En este país se encuentra la sociedad más urbana del mundo (y también la más precoz). Allá por los años ochenta ya podíamos oír noticias sobre la metrópolis de Sydney y sus flamantes rascacielos.
Todas las metrópolis de Australia poseen el mismo entorno geográfico y una planificación urbanística parecida, basada en la funcionalidad. Sydney, arquetipo de ciudad australiana, es un chorro de rascacielos vanguardistas entremezclados con edificios victorianos de colores, mármoles y bronces.
La brisa marina se desliza sobre los bloques de oficinas, pubs y salas de fiesta de moda. Deporte, hedonismo y confort son los principios de esta ciudad.
En un territorio del tamaño de 14 veces la península ibérica (7,8 millones de kms cuadrados) habitan sus más de 24 millones de habitantes. Estadísticamente, esto haría más de dos personas y media por kilómetro cuadrado. Pero en la práctica la realidad es otra. A pesar de sus incontables extensiones de terreno salvaje, Australia puede ser una de las sociedades más urbanizadas del planeta.
Más del 80% de los australianos viven en ciudades. Si exceptuamos el más de millón y medio que lo hacen el Pert, en la lejana costa oeste del país, todos los demás urbanícelas pueblan el terreno situado entre Cairns y Adelaida, conocido como el creciente fértil.
Vistas desde el aire, todas las grandes ciudades australianas (Sydney, Melbourne, Brisbane, Adelaida y Perth) parecen construidas sobre un único modelo.
El mismo entorno geográfico, el océano, los puertos de regatas, desembocaduras de ríos entre colinas de poca altura para disponer de agua dulce… o el llano para apacentar los rebaños antes, e instalar fábricas ahora.
El mismo urbanismo: en El Centro, los rascacielos de la city rodeados de un cinturón de extensos parques. En una zona aislada, el puerto y la industria. Todo alrededor, sobre decenas de kms entre las mallas de avenidas sombreadas, los miles de chalets residenciales entre el verde de los céspedes impecables y el azul cobalto de las piscinas y las playas.
Como hemos comentado antes, uno de los pilares de la sociedad australiana es el hedonismo y el placer, materializado en la cultura del American way of life.
Inevitablemente, las similitudes con el primo americano son definitivas: las escala del territorio, el clima, la organización social, el estilo de vida, incluso la alimentación.
Se ha bautizado a Australia con el nombre de The Happy Country (El país feliz). Sus habitantes no se plantean muchos problemas. Su ideología es sencilla: felicidad placer y confort.
El mar es su motor y su pasión. Muchas personas van al trabajo en ferry y alguno hay que lo hace en su lancha.
Al mediodía, las plazas peatonales se llenan de oficinistas en shorts y mangas de camisa. Degustan sus sándwiches amenizados por música en directo. Otros hace footing entre las frondas del jardín botánico o juegan al cricket o fútbol australiano en el extenso césped que hay frente a la Galería de Arte.
Su cielo y su brisa hacen de Sydney la ciudad más transparente. El viejo puente metálico lanzado sobre el puerto es uno de sus orgullos: el otro, su ópera. Punta avanzada de la city, su silueta de navío de vidrio y porcelana en medio de la bahía es referencia hermosa e inevitable de todas las vistas panorámicas y fotos que podamos hacer al skyline de la ciudad.
Desde su construcción los habitantes de Sidney viven en un idilio con este edificio tan singular. Símbolo del recientemente emprendido refinamiento de la ciudad, localiza en sus salas de conciertos y espectáculos la vida cultural de la ciudad.
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