La República Checa es un país situado en el corazón de Europa, que además de contar con un legado cultural amplísimo goza de una gran riqueza natural. Esta situación estratégica ha marcado desde el principio su historia, indispensable para comprender la evolución del continente europeo desde la Edad Media. Definida geográfica y culturalmente por tres grandes regiones, bohemia, moravia y silesia, cuenta con una población de 10,56 millones de habitantes.
¿Qué ver en República Checa?
Su capital, Praga, es una ciudad que conserva todo su esplendor y belleza gracias al espíritu libre del pueblo checo, qué ha sabido mantener sus costumbres y su cultura más allá de los avatares históricos. Este profundo respeto por la libertad se aprecia en el carácter de los checos y en su modo de relacionarse con los visitantes de su país; la alegría y animación son patentes en las distintas celebraciones que tienen lugar a lo largo del año, y también en su cultura, como los festivales de música que van desde el jazz a las piezas clásicas. Pasear por Praga es cómo hacerlo por un atlas de historia, debido a las diferentes epocas arquitectónicas que lo han concedido, entre las que destacan un periodo gótico bajo el gobierno del emperador Carlos cuarto y otro barroco durante la Contrarreforma de los Habsburgo.
El castillo, ntamiento de la Ciudad Vieja con el reloj astronómico o el Puente de Carlos sobre el río Moldava son algunos de los rincones más emblemáticos de esta ” ciudad de museo”. Pero al margen de su capital, la República Checa cuenta con otros muchos atractivos; en su territorio hermana fuentes minerales que desde los principios del siglo XV se utilizan para fines curativos. Las ciudades balnearias se extienden en pintorescos paisajes y poseen gran atractivo por su singular urbanismo. También forman parte del patrimonio del país los castillos y palacios, dotados de colecciones artísticas muy valiosas y que son testimonio del alto nivel arquitectónico de la época feudal así como los los religiosos y lugares de peregrinación; iglesias católicas romanas, dios, y capillas se entrelazan a lo largo de su geografía con numerosos monumentos judíos y ortodoxos.
A todos estos hechizos hay que unir el de la maravillosa naturaleza de la República checa, qué ofrece parajes de gran belleza, montañas nevadas, lagos naturales bosques milenarios salpicados de flores de animados colores y una fauna rica y variada. Una naturaleza que convierte al país en un lugar ideal para unas vacaciones activas durante las que puede uno no solamente relajarse, sino también mejorar la condición física, pues durante todo el año hay buenas condiciones para todos los tipos de deporte. Su variada y contundente gastronomía, sí como la deliciosa cerveza checa, atribuyen a aumentar el encanto de un país que merece la pena visitar.